El sueño del “pibe” (versión maipucina)

Martes 15 de noviembre de 2022. 17 horas. Terminal de ómnibus de Mendoza, el inicio del viaje. Primera escala: colectivo a Buenos Aires con destino a lo desconocido. Un mundo de sensaciones pasa por mi cabeza. La tristeza de la despedida contrasta con la felicidad de cada momento previo y de ese futuro promisorio que está por venir. Ni más ni menos que el camino del sueño de toda mi vida, ese por el que habíamos luchado y trabajado incansablemente durante tantos meses (junto a mi familia, amigos y el apoyo inestimable de los auspiciantes) estaba comenzando a desandarse. Entonces, había que afrontarlo con dignidad, profesionalismo, actitud y aptitud, pero fundamentalmente con la responsabilidad que significaba retribuir toda la confianza y la fe de los que la habían depositado en este humilde periodista. Mucho más allá de las condiciones y las demostraciones, el objetivo era tratar de estar a la altura del mejor acontecimiento deportivo posible en el planeta Tierra.

Fueron 39 días a más de 15.000 kilómetros de casa, en un país de Medio Oriente dueño de una cultura totalmente diferente a la de Occidente. Tuve el enorme privilegio de observar 30 partidos mundialistas realmente inolvidables. Entre ellos, los más importantes de los últimos 36 años: las siete finales que llevaron a la Selección Argentina (y sobre todo a Lionel Messi) a levantar la tercera Copa del Mundo de la FIFA 2022.

Contemplé por fuera y por dentro la maravilla arquitectónica de ocho estadios extraordinarios. Presencié cuatro entrenamientos de la Selección Argentina dirigida por Lionel Scaloni, varias conferencias de prensa y tantas otras zonas mixtas. Estuve en los banderazos de los hinchas argentinos, fui testigo de la fiesta previa y post partidos de la Scaloneta en el glorioso y querido “Barwa” Barahat Al Janoub (el hospedaje preferido de los argentinos), y recorrí una gran cantidad de kilómetros internos para realizar las coberturas correspondientes, que se vio reflejado en los diferentes medios de comunicación que confiaron en nuestro trabajo. Como el Departamento de Comunicación de la querida Municipalidad de Maipú y FM Mega 3, la radio de los beltraninos.

Recibí y traté de contestar todos y cada uno de los cientos de mensajes positivos (de felicitaciones, de ánimo, de apoyo, de ideas, de pedidos de saludos) a través de las diferentes redes sociales. Esos “whatsapp”, comentarios y apreciaciones sobre nuestra labor diaria oficiaron de gasolina para nuestro motor interno. Si la comunicación con alguno de ustedes no tuvo el feedback correspondiente, ofrezco las disculpas del caso.

Eso sí, también experimenté que en una cobertura de este tipo no todo es color de rosa. Hay que hacer un gran sacrificio que, con el correr de los días, va generando desgaste y mucho cansancio. Nada que no suplan el entusiasmo y la pasión. Hubo días de comer poco por la vorágine del laburo y noches largas (en Qatar oscurecía a las 17) de descansar poco y dormir mal. Cómo cualquiera de ustedes, sentí muchísima tristeza e incertidumbre por la derrota inicial de la selección frente a la desconocida y débil Arabia Saudita. Por momentos, sentí que el mundo se venía abajo, fundamentalmente cuando supe de la pérdida física de mi tío Carlos, el hermano de mi mamá que vivía en Canadá. Esos días coincidieron con los del trágico fallecimiento del colega estadounidense Grant Wahl, quien sufrió un paro cardíaco durante el partido que Argentina eliminó a Holanda en una de las noches de mayor sufrimiento junto a la final. Tampoco hay que olvidarse que contra México estábamos casi eliminados hasta el minuto 63, cuando apareció el protagonista de todos nuestros sueños: Lionel Andrés Messi.

Conocí y fundamentalmente compartí tiempo con decenas de personas que Dios me fue poniendo en el camino, para que el recorrido en este viaje fuese más ameno y placentero todavía. También experimenté momentos de relax, como el día de playa en Al Wakra, el temible raid en 4×4 por las dunas de un desierto catarí (increíblemente bañado por las aguas del Mar Arábigo) y el breve paseo en camello alrededor de las tiendas de los beduinos. Eso sí, el sobrevuelo en helicóptero por la ciudad de Lusail, La Perla y parte de Doha está sin dudas en el “Top 3” de esos instantes vividos que la retina, el corazón y la memoria atesorarán eternamente.

Es miércoles 28 de diciembre. Son las 18:39, el avión que nos trajo de regreso ya cruzó el “charco” hace rato, ya me fundí en un abrazo interminable con mis tres hijos y mi mujer, y desde hace algunos días pisamos suelo argentino, tierra de Diego y Lionel, ni más ni menos que de CAMPEONES DEL MUNDO.

“Traé la Copa, Chicho”, me decían los auspiciantes, familiares, amigos y compañeros de trabajo antes y durante mi estadía en Doha. “Seguí así que vos sos nuestra cábala”, alentaba el Señor Intendente Matías Stevanato en cada uno de los mensajes que cruzamos durante la cita ecuménica. Después de 23 años de trayectoria como periodista deportivo, cubrir por primera vez un Mundial de Fútbol ha sido realmente como tocar el cielo con las manos. Una experiencia inolvidable, única y maravillosa que me motivan aún más a seguir abrazando esta apasionante profesión que había elegido a la edad de 6 años, cuando Maradona alzó el trofeo en México 1986. Y a pesar de que nosotros y ustedes (los que apoyaron y acompañaron) ya habíamos levantado la Copa hace tiempo, el trofeo más preciado del planeta, ese que ahora Messi sabe cuánto pesa, también viajó imaginariamente en nuestra valija de regreso. Fue el sueño del pibe (beltranino y maipucino) hecho realidad.