A un mes de quedar en las puertas de un cielo albiceleste

Por: Diego Bautista

Había tensión. Había nervios. Había vida, esperanza y una enorme ilusión. Faltaban pocas horas para la semifinal entre Argentina y Croacia. Lusail nos esperaba. Era martes 13, pero en el ambiente de la cosmopolita Catar habían aires de buenos augurios. Tras el habitual banderazo del jueves por la noche, el Barwa Barahat Al Janoub, el “barrio” argentino en Doha, había amanecido celeste y blanco. Como en la previa de cada partido de la Scaloneta, el ritual fue el mismo: asado, fernet, parlante con cumbia a todo volumen y compartir la pasión por el fútbol en la antesala de la sexta semifinal mundialista que afrontaría Argentina.

La postal (carne asada en la parrilla oficial cedida por un “jeque” al principio del Mundial), seguía sorprendiendo a los curiosos locales que se acercaban a preguntar y a sacarse fotos con los hinchas argentinos.que no se cansaban de entonar “muchaaaachos…”, el hit más escuchado en todo Qatar.

¿Cuál era el corte más elegido? Una carne similar al cuadril para sacar fileteado en sándwich y hamburguesas que muchos optaban por acompañar con morrones cortados al medio con huevo. Los más osados fueron unos marplatenses que pusieron al fuego un cordero de doce kilos pasadas las 14 que prometían -entre risas- que iba a estar listo antes del inicio del partido. En medio de la fiesta también estaba la preocupación de los hinchas que todavía están a la espera de conseguir un ticket.

Para quien tuvimos el privilegio de vivir la Copa del Mundo desde adentro, caminar por las calles del Barwa Barahat Al Janoub era caminar por uno de los lugares más míticos del Mundial. La “cárcel” era un barrio mundialista donde se repartían banderas de muchos de los 32 países presentes en el torneo. Sin embargo, los trapos argentinos estaban presentes en distintas ventanas de los edificios que ocupaban varias manzanas. Y los hinchas albicelestes se hicieron notar con cientos de banderazos, con la música de Mati Teclas en el clúster Q o con partidos de fútbol durante la madrugada en algunas de las canchas disponibles –también había de básquet, vóley y hasta algunas bicicletas fijas-.

Con el colega Rolo Moreno, mi compañero de habitación, teníamos la costumbre de llegar bien temprano a la cancha. Tomábamos el 827 hasta la estación de metro de Al Wakra y de ahí nos subíamos a un tren que, tras recorrer las 14 estaciones de la línea roja, nos depositaba en Lusail para vivir el espectáculo único que significaba ver a la hinchada satélite más grande del mundo alentando a la Albiceleste en el recorrido de las modernas y nuevas instalaciones del metro de Catar.

En el repleto Media Center del estadio de Lusail amenizamos la espera con los colegas que siempre nos encontrábamos en las horas previas a los partidos. Nos emocionamos al ver el homenaje de la FIFA a los colegas fallecidos durante la cita ecuménica (Roger Pearce, Khaled Saif Al-Musalam y Grant Wahl) y fue otro divino presagio cruzar unas palabras y tomarnos una selfie con el gran Jorge Valdano.

El partido fue como lo que fue Argentina a lo largo del Mundial. De menor a mayor. Luego de unos primeros minutos de estudio, de acomodarse, de dar pasos firmes y seguros, la Scaloneta flasheó con dos golpes certeros. Precisos, dolorosos, al mentón y en el momento justo: sobre el final de la primera etapa. Claro que el patrón que se imponía era que Croacia no se rendía nunca. Sin embargo, había quedado desorientada después de los dos goles en tan poco tiempo.

A esa altura, Messi hacía lo que quería con la pelota. Fue un placer verlo tan cerca del campo juntando camisetas azules y saliendo airoso con su toque de magia, siempre para adelante. En ese momento aseguramos que, por el contexto y el rival, era su mejor partido con la Albiceleste en el Mundial. Sin embargo, lo mejor estaba por venir…

Un rato después de que Livakovic se quedara con el segundo de “Leo” tras un jugadón con Enzo, otra vez el capitán y mejor jugador del mundo apareció en su máximo esplendor. Partiendo desde su antigua posición de extremo derecho apiló gente, dejó el tendal, “sacó a pasear” a Gvardiol (que vale 100 millones de euros) y le sirvió otra vez el gol al Araña: 3-0. Para cerrar el estadio. Es un afano, suspendanlo…

Con el 3-0 tranquilizador, Scaloni no demoró en mandar a la cancha a Dybala por primera vez en el Mundial. Merecido premio para un jugador que había hecho lo imposible para poder estar. Pero también le dio minutos a Foyth y a Angelito Correa. Justicia. En los minutos finales, Argentina toqueteó bajo el “ooooole” de los hinchas, el Dibu se revolcó para la foto y el italiano Daniele Orsato pitó el final. ¡La Selección en las puertas del cielo albiceleste! Estábamos en la final después de ocho años. Era hora de que el destino pusiera las cosas en su lugar.